Juntos por siempre

Alan Ledesma era una hombre austero, parco y vergonzoso al hablar; Pero por sobretodas las cosas apático y patético. No dormía bien, solo lo hacia a ratos ,desde quela muerte arrancó bruscamente a Belén de su lado.El 19 de abril de 1981. Belén esperaba a Alan, con un suculento pollo que secocinaba perezosamente en el horno y una ensalada de lechugas y tomates, cortadasde su pequeña y bien cuidada huerta. Cuando Alan llego, esa misma tarde, ella seencontraba con los brazos entrecruzados, parada en el umbral de la puerta deentrada. Llevaba un vestido blanco y unos zapatos Grimoldi. Su cara iluminaba unasonrisa radiante. Le tendió su mano. El la sujeto y le besó los labios fugazmente.Una semana después Belén había muerto. Encontraron su cuerpo descuartizado cerca delas vías del tren. Alan estaba totalmente destrozado, acudía con animo sombrío sutrabajo y ya casi ni comía. Caminaba durante la noche entre sollozos, extinguiéndosepor la anemia. El 19 de abril de 1982, Alan despertó de una horrible pesadilla manoteandovehementemente haciéndose paso hacia la realidad. Se encontraba erguido en su camaempapado de sudor, sus ojos escrutaban la oscuridad de una fría y joven noche.Encendió el velador que estaba contiguo a su cama, sobre la mesita de noche. Todo enese sitio le recordaba a ella, fue entonces cuando sintió una gran necesidad de iral cementerio, seria la primera y ultima visita a su esposa muerta. Creía que esoseria en final de interminables noches de angustia Emprendió su viaje a pie. Llevaba puesto un tapado y un sombrero de al corta colorcafé, su pantalón de cordero id azul hacían resaltar sus zapatillas de lona blanca.Su reloj de pulsera indicaban las 10:30, hora en la que los vecinos dormíanapaciblemente en sus casas, refugiados del halado y estremecedor viento de invierno.Tuvo la estúpida sensación de ser el único hombre en el mundo. Un mundo que paso deser el paraíso soñado a ser el infierno de un día a otro Cuando salió de su casa, La hierba desprendía una neblina baja y casi transparente,que refulgía bajo la tenue luz de la luna en cuarto menguante. Una brisa nacientehacia susurrar los árboles que rodeaban el camino hacia el cementerio. Algunospájaros volaban en dirección al sur como era de costumbre hacia principios de julio.Era un lugar de extraña belleza, de efectos relajantes, como la tapa de un libro depoesía romántica. Caminó, caminó y caminó hasta llegar a las vías del tren. Debíacruzar y caminar unos setenta metros para llegar donde descansaba el cuerpo sin vidade su amada y dulce esposa. Cuando se disponía a hacerlo, delante de sus ojos seencontraba Belén. Vestía la misma mortaja que tenia puesta aquel cruento día de suentierro, sonreía con una opacada y triste belleza. Extendió sus brazos hacia el ySus ojos melancólicos se clavaron en los de Alan. Alan permaneció atónito durante unos segundos, su boca formaba una perfecta “o” ysus cejas se arquearon instantáneamente. Sentía escozor en sus ojos, notaba que lalagrimas pugnaban con gran fuerza por salir. Estalló, corrió desesperadamente entrellantos y alaridos hacia Belén, la abrazo fuertemente como nunca lo había hechoantes. Pudo sentir como su corazón golpeaba con gran fuerza todos los rincones .Hundió la cara en el pecho de Belén para ahogar un gemido. De pronto un estridente chirrido rasgo el silencio. El tren de las 23:00 seacercaba a ellos siseando a gran velocidad. Alan no intento huir, abrazo aúncon mas fuerza a Belén, sabia que perder a su amada por segunda ves sería peorque la misma muerte y resolvió renunciar a su vida para estar con ella durantetoda la eternidad. Ellos por fin estuvieron juntos, y el tren cada ves seacercaba mas.
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