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01 febrero 2007

Te toca hacer caja


Buenas noches. Tengo una nueva historia que contarles. Gracias a Dios esto nome sucedió a mi, pero si a un conocido.Según sus palabras, una noche terminaba de trabajar en el bar. La calle estaba desierta, no había una sola sombra, la oscuridad invadía las aceras y ningún coche pasaba porla calle. Eso no era muy extraño a esas horas de la madrugada. Es un pueblo pequeñoy casi todo el mundo, exceptuando algún borracho, se encuentra en su casa durmiendo.Terminó de cerrar la verja de la puerta del bar. Esa noche le tocaba hacer cajaaunque no era el propietario del local.Se subió los pantalones arriba de la cintura para poder agacharse, y se saco lallave del bolsillo derecho de su abrigo, era una noche fría. Bajó e introdujo unallave de color verde en la cerradura al nivel del suelo. Su muñeca comenzó a girar yla cerradura dio un cuarto de vuelta hasta que se escuchó un ligero chasquido. Yaestaba cerrada. En ese instante, le pareció ver a través de la luna que una sombrapasaba rápidamente de un lado al otro del local, que se sumía en la oscuridad llenode mesas con sus respectivas sillas boca arriba.Lo primero que pensó, fue lo más normal del mundo, una mera ilusión óptica o unasombra de algún pájaro en el exterior. Se levantó y a la vez que volvía aintroducirse las llaves en el bolsillo del pantalón acercó a través de la verja sucara al cristal para mirar su reflejo. Después de toda la noche poniendo copasseguía peinado. Se miró a los ojos directamente y en ese momento, de repente unacara blanca salio de la oscuridad casi rozando la luna. Mi amigo callo de culo en elsuelo y en cuando pudo volver a mirar allí no había nada.Pensó un momento pero nadie podía haberse quedado allí dentro, y tampoco estaba porla labor de entrar a comprobarlo ni de volver a acercarse a aquella luna. Pensó quetantas horas de trabajo y el sueño le habían afectado. Se levantó del suelo y se encaminó hacia su casa sacudiéndose con las manos el culode los vaqueros que estaban ahora llenos de tierra mojada. El único sonido que leacompañaba en su viaje era el de la suela de sus zapatos al pisar el suelo mojado.Esquivando los charcos de agua acumulada en los desperfectos de la calle asfaltadarecorría una a una las calles del pueblo, intentando usar el camino mas rectoposible.El miedo había aflorado en el gracias a las malas jugadas que su cabeza le habíajugado, así que escrutaba con la vista cada oscuro recodo esperando que alguien oalgo salieran de entre las sombras, lo que provocaría en el un paro cardiaco. Supulso se aceleraba por segundos y a pesar del frío pequeñas gotas de sudorresbalaban por su frente hasta el punto de tener que bajarse la cremallera delabrigo y dejar el cuello al descubierto.Al girar una de las esquinas imaginando como en las anteriores lo que se encontraría,vio una rama caída de uno de los árboles que sobresalían del patio de una casa. Loprimero que pensó fue en cogerla para sentirse algo protegido, pero recapacitó ydecidió no hacerlo. Creyó que si algo lo veía lo interpretaría como una amenaza y leatacaría, y tampoco se podía decir que una simple rama significara mucha defensa, yaque le miedo lo dejaría paralizado.Para evadir el miedo pensó en usar su teléfono móvil, pero quien se lo iba a coger aesas horas.Ya no faltaba casi nada para llegar a su calle y cada vez parecía hacer mas calor. Apesar de que no debía quedar mucho para amanecer la noche parecía mas cerrada cadavez. Aceleró el paso algo más, pasaba por la acera junto a los portales mirando dereojo en el interior de cada uno. Pasó uno con las verjas negras, otro verdes, denuevo negras y de repente algo salió de uno de los portales pasando rápidamente pordelante de él. El corazón estuvo a punto de estallarle, pero todo volvió a lanormalidad cuando se dio cuenta de que solo era un gato.Ahora fue cuando se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Estaba dando la espalda aunas oscuras puertas rotas y sabía que el peor trago de su vida sería darse lavuelta. No quería hacerlo pero algo en su interior le hacía girarse hacia atrás.Al día siguiente un vecino de dos portales mas abajo se lo encontró tirado en elinterior del portal y avisó a una ambulancia.Al psicólogo le costó mucho, pero gracias a una regresión consiguieron sacarle todaesta historia. Lo que ni siquiera yo se, es lo que ocurrió después.Él perdió el habla hasta el momento casi de yacer en su lecho de muerte.Sus últimas palabras fueron:No había nada, estaba allí pero, no había nada, el gato...